Texto: Jeannette Valenzuela. Revista Panorama.

Aunque es un experto en el tema, el vicepresidente de Emprendimiento e Innovación en la Universidad Estatal de Nueva York en Binghamton, Eugene Krentsel, afirma que no existen palabras ni fórmulas mágicas que aseguren, a las universidades,  el éxito en la función de transferencia.

Más bien –dice- existen una serie de conceptos y principios que deben mantenerse en mente a la hora de traspasar los conocimientos generados por la investigación  a bienes o productos que beneficien a la sociedad.

Entre ellos destaca que lo más importante es no temer al fracaso y, junto con ello, pensar e invertir en el largo plazo y, sobre todo, tener una mirada integral sobre el sistema que sostiene la creación de conocimiento.  “Es un continuo que considera las definiciones de investigación, las inversiones en investigación, las vías de comercialización, la protección de la propiedad intelectual, el licenciamiento”, señala.  Por eso, continúa, no hay que mirar las actividades universitarias por separado “diciendo esto es enseñanza, esto es licenciamiento, esto es investigación… hay que pensar en un ecosistema”.

Krentsel, quien es integrante de la Asociación de Gerentes de Tecnologías en las Universidades (AUTM, su sigla en inglés), expuso esta mañana sobre el compromiso de las universidades con la transferencia tecnológica,  en una conferencia para  académicos y estudiantes, organizada por  la Oficina de Transferencia y Licenciamiento (OTL) de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo.

La transferencia tecnológica desde las universidades a la comunidad, como señala el experto, se expresa en la creación de valor, la generación de nuevas tecnologías, productos o bienes para las personas y el mercado, todo lo que, en definitiva, apunta a mejorar el bienestar y la calidad de vida a nivel local, regional y nacional. Es una tarea permanente que, dice, tarda tiempo en lograr el reconocimiento de la sociedad, porque el tiempo que media entre la fase de investigación académica hasta la colocación de un producto en el mercado es largo.

Un aspecto relevante, a juicio de Krentsel, es la comunicación con la comunidad, porque muchas veces -explicó- la gente común no entiende cómo la investigación que se hace en las universidades puede impactar en la sociedad. O a veces, agregó, ni siquiera en el entorno más cercano a las instituciones se conocen los resultados de sus estudios. Este es un tema del que se ha hecho cargo AUTM, que entre otras cosas busca promover el entendimiento entre el mundo académico y la comunidad.

También indicó que es importante el reconocimiento de esta función en los niveles políticos, cuando las necesidades de investigación compiten, en recursos, con  requerimientos más urgentes de la sociedad.

“La inversión en investigación en las universidades -señaló- tiene un efecto multiplicador, porque produce más riqueza, trabajo, beneficios en impuestos para el país;  es mucho más que destinar recursos a necesidades inmediatas como vivienda, porque la gente necesita casas y otras cosas;  pero la investigación es algo de largo plazo”.

El problema -dijo  finalmente- es que los ciclos políticos son de corto plazo, con tiempos menores a los que ocupa el ciclo de creación y comercialización de  tecnologías. “Los políticos, entonces, tienen que poner ambas cosas en la balanza e ir más allá de lo inmediato, de la reelección,  y pensar en el bienestar del país en el largo plazo, porque los efectos de la inversión en investigación se ven en el largo plazo”, puntualiza.

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